jueves, 27 de noviembre de 2008
Búsqueda.
- ¿Crees que debo decirle?
- De todas maneras cuñadita…
Alfonso abrazó a Constanza y la llevó a la ventana.
-Es injusto Alfonso, ¿por qué tengo que decírselo yo
Él puede venir y decírmelo… no quiero…
- Ay Conita… sabes que él te lo ha demostrado de todas las formas,
es tu turno ahora.
Constanza miró recelosa a su cuñado y se alejó de él.
- No digas mentiras Poncho, él jamás me lo ha demostrado.
Ella se cruzó de brazos y volvió al living.
- ¿Qué no te lo ha demostrado?
- No. – dijo Constanza obstinada. Vio la cara de reproche de Alfonso y
se mordió el labio. -¿Sí lo hizo?
- Ajá – sonrió satisfecho Alonso.
Constanza bajó la cara. Sí, Max si se le había demostrado, y de
todas las maneras posibles, pero ella no quería aceptarlo.
Se acordaba de cuando Max le escribió en una servilleta un mensaje
“… palabras por miradas…” y ella lo había entendido muy bien pero se
hizo la lesa. Otro día le preguntó si atendía a las señales corporales
y ella se había burlado de él en su cara. Se daba cuenta de que sólo
a ella le preguntaba cómo se veía, si olía bien o si el accesorio que
llevaba era el adecuado.
Cada vez que iba pensando en aquella demostraciones le venía como
un nudo en la guata, qué tonta he sido, se dijo. Miró a su cuñado y
lo pilló sonriendo abiertamente.
-¿Qué es lo que estás planeando Alfonso?... – le preguntó un poco
enojada, de repente una idea se le pasó por la mente, le dio un
escalofrío - no... No me digas que te pusiste de acuerdo con Máx para
que me dieras esta linda charla sobre "cómo enseñarle a mi cuñada
declaraciones válidas de amor"...
- Máx tiene razón al decir que eres sumamente paranoica Conita...
– Alonso se acercó a ella -aunque la verdad es que sí, Máx se
estaba hartando de que le dieras calabazas y él tomo la resolución
de presionarte ¿Cómo la ves?
Constanza reprimió las ganas que tenía de ahorcar a su cuñado
pero pensó en lo que él le estaba diciendo entre líneas... Max
tomó la resolución de presionarte... Le gusto, pensó. Y al momento
una sonrisa se le dibujó en el rostro. No me estoy pasando
películas ni nada por el estilo, le gusto... ¡Por Dios santo le gusto!
- ¿Te pasa algo Conita?- preguntó un poco preocupado Alfonso- te ves rara...
- Estoy bien.- se apresuró a decirle.
Y sin decir más tomó su bolso y corrió en busca de
Maximiliano.
- Grande Poncho.- se dijo Alfonso tirándose de espaldas al sofá.
Constanza caminó en silencio pensando detenidamente las
palabras que tendrían que saliera de su boca al encontrarse con
Max, pero nada se le venía a la mente. Tengo que hacerlo, se ordenó.
Sino, lo pierdo, y jamás me lo perdonaría. Llevo demasiado tiempo
siendo una cobarde... me he aburrido. Al momento se le paralizó
el corazón. Ahí estaba Max, como siempre leyendo bajo el árbol
de la plaza. Constanza se detuvo y respiró profundo. Ahora o
nunca. Y avanzó con paso decidido hacia donde él se encontraba.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, sintió un
súbito pánico que le recorría cada vena de su cuerpo. No puedo.
Pero ya era tarde, Max había despegado la vista del libro en el
estaba inmerso y la observaba fijamente.
- Hola Max. - dijo ella tratando de parecer normal, lo que
difícilmente estaba haciendo.
- Hola Constanza. - le respondió él. Max era la única persona que
conocía que la llamaba por su nombre. Todos le llamaban Coni,
Conita, Cota, Cara de Manzana, etc., pero él no. Así había marcado
la diferencia para que ella irremediablemente se fijara en él y
sintiera un inexplicable magnetismo hacia ese muchacho de los
ojos color miel.
- Hace calor ¿no? - dijo ella sintiéndose una bruta en potencia.
- Para nada, más bien tengo un poco de frío.
- Aún así estás aquí a la sombra de este "árbol".
Constanza odiaba aquel árbol. Desde pequeña estaba
obligada a subirse a él para poder salvarse de aquel perro
odioso de su vecino, el Calvo Miranda. Gracias a Dios,
su mamá la pilló un día recurriendo a ese tipo de escape no
recomendado y le ordenó al Calvo que mantuviera al perro
alejado de la niña, sino se las vería con ella. Y nadie quería
vérselas con su mamá desde el día en que amarró de la cintura al
ladrón que le sacaba las rosas para venderlas en la feria a un
poste en pleno verano del '95. El pobre cogió una insolación que
lo mantuvo en cama por más de una semana.
- Te ves agitada Constanza, ¿te pasa algo? – Constanza lo miró y
le subió una rabia que no pudo ocultar. ¿Por qué él le preguntaba
si le pasaba algo? ¡Él lo sabía muy bien!
- Nada Máx, es sólo que tenía que decirte algo. – Y el corazón se
le puso a latir como loco, no importaba si él lo había planeado,
tenía que ser ahora.
- Dime. – las palabras que dijo Constanza fueron dichas sin intención
pero causaron una muy mala impresión en él.
- Me carga que andes por ahí planeando porquerías con el idiota de mi
cuñado, si tienes algo que decirme sé bien machito y dímelas a la
cara. No te escudes en él.
Máx se levantó cerrando el libro y se puso cara a cara con
Constanza. Ella tembló de repente pero le sostuvo aquella mirada
penetrante con la cuál él le miraba.
- Yo no me escudo en nadie, Constanza, en nadie, que eso te quede bien
claro. Yo siempre te dije las cosas bien en claro, tú fuiste la que
jamás entendió nada. No me eches la culpa.
- No… no te estoy echando la culpa, Maximiliano, pero eres tan difícil…
- él se echó a reír indignado.
- ¿Yo difícil?, espera creo que no te oí bien… ¿yo soy el difícil?
Ah no Constanza, estás muy equivocada, yo nada que ver. O sea,
por favor… Vamos Coni, - ella sintió el nombre en lo más profundo
de su ser – te creía más inteligente, veo que me equivoqué.
- No te burles ¿OK?
- De burla nada querida, pero oye mírate, perdona que te lo diga
pero eres patética.
- Cállate. – Constanza lo miró con rabia y unas ganas de llorar
le invadieron. – Me voy, no vale la pena seguir hablando contigo,
para que se burlen de mí me basta con Alonso.
Dicho esto se dio la media vuelta y comenzó a caminar en
dirección a su casa, donde seguramente su cuñado se burlaría de
ella por lo tonta que había sido. Pero ¿qué más podía hacer? Máx
se había burlado de ella de forma descarada y eso ni a su mamá se
lo había permitido.
Caminó unos metros y sintió cómo Máx corría y la alcanzaba.
Ella trató de hacer esfuerzos para mantenerse tranquila pero eran
imposibles, ella sólo quería que él estuviera a su lado. Cuando él
estuvo lo suficientemente cerca de ella, paró y esperó a que él le
hablara lo que no sucedió.
- ¿Qué esperas? – le preguntó ella sin mirarlo.
- ¿No me vas a decir nada? – en el tono de voz de Máx había como
un dejo de decepción. Constanza suspiró, era su turno pero no podía
hacerlo. Levantó la vista y lo vio tan guapo, tan bello que su
corazón comenzó de pronto a latir demasiado rápido y ella se sintió
mal. - ¿Te sucede algo?
- Eres tú. – Constanza se apoyó en un banco que había cerca de ahí.
- ¿Yo qué?
- Que te digo que por tí es que a veces me siento tan mal… ni te lo
imaginas. – notó que él se acercaba a ella y la tomaba por los brazos.
- Repite lo que acabas de decir. – Constanza lo miró y sus ojos se le
llenaron de lágrimas. – Repíteme Constanza, ¿Qué yo te hago qué?
- Suéltame Máx…
- ¿Por qué no eres capaz de decirme qué es lo que realmente
te pasa conmigo?, te escapas, huyes… ¿a qué le temes Constanza? – Máx
no la podía soltar hasta que ella le dijera qué le pasaba.
- Máx tú no sabes… - trató de hablar ella.
- Yo si sé, Constanza, sé muy bien.
Ella bajó la mirada y la clavó en el piso. Tenía que decirle las
cosas
que sentía, pero algo en su interior se lo impedía.
- ¿Por qué, Máx, por qué las cosas de aquí, del corazón,
son tan difíciles? ¿Por qué duelen, cómo lo están haciendo ahora
conmigo? Me cuesta, ¿entiendes? Me cuesta decirte que me encanta que
estés conmigo, que me mires así, me encanta importarte de esta manera
pero me duele algo adentro y por eso me siento así como estoy… no entiendo
qué sucede…
- Yo sí Constanza. – ella volvió a mirarlo y vio como sonreía.
- No es gracioso Máx. – dijo un poco ofendida.
- No claro que no lo es. – él la soltó pero ella no se alejó
de él y se quedaron muy cerca el uno del otro. – Tienes miedo, linda, miedo.
- ¿Miedo? ¿Me estás diciendo cobarde? Por que si es así te digo al
tiro que estás muy equi—
- Calma, calma Constanza, tienes miedo y eso es normal.
- ¿Normal?
- Claro, yo también tengo miedo pero lo que siento por tí es más
fuerte que eso.
Constanza sonrió. Él siempre era así tan poético. Eso de repente
le molestaba pero ahora fue como bálsamo para ella. Lo abrazó y se
quedaron así durante un largo rato.
- ¿Así que ahora están juntos eh?
- Se podría decir que sí…
- Pero porqué, si se quieren… ah ya me acuerdo, tienes miedo…
- ¡Alonso, cómo eres! ¿Él te lo contó?
- Algo así… tengo mis fuentes…
- Mi hermana, una sapa…
- Qué bueno que ahora Ester mejor que antes ¿no cree?
- Claro que sí, Poncho. Claro que sí.
Fin
miércoles, 26 de noviembre de 2008
05. Febrero. 2008
Y se dejó llevar…
De pronto Él se sentó a su lado interrumpiendo lo que ella estaba haciendo.
-¿Te molesto? – Preguntó Él mirándola directamente a los ojos, Ella no le desvió la mirada.
- No, para nada. Estaba…
- Ya sé, pensando. Imaginando realidades inexistentes ¿no? Siempre lo haces. – Ella lo miró sorprendida. En su vida hubiera creído que Él supiera algo de Ella.
- Claro, es una forma para que yo pueda alejarme de la realidad que me rodea…
- ¿De qué huyes?
- ¿Huir? No, de nada en particular…
- Entonces ¿cómo es que te alejas de la realidad?
- Sólo me alejo de ella, nada más.
- ¿Y cuál es tú realidad?
Ella lo observó. En sus pensamientos sólo estaba la idea de alejarse de Él lo más rápido posible, ya los demás estaban empezando a notar que ellos estaban juntos y Ella no quería que hablaran. Se levantó.
- Voy a tomar aire. Nos vemos. – Ella salió por la puerta grande de la derecha y salió al patio, pero al dar media vuelta vio que Él salía por la puerta chica del fondo para ir a buscarla. No le quedaba otra que enfrentarlo, ya llevaba demasiado tiempo evitándolo, tenía que enfrentarlo. Se sentó y comenzó a mirar las estrellas esperándolo a Él.
- Así que yo soy tu realidad ¿no? – Él se quedó de pie frente a Ella esperando una respuesta. Ella bajó la vista del firmamento y clavó sus ojos en los de Él.
- A veces pienso que es mejor quedarse callada cuando una no tiene nada que decir.
- Pero ese no es tu caso ¿o me equivoco? El problema es que tú tienes demasiadas cosas que decir, pero no puedes. Te da miedo.
Ambos se miraban directamente a los ojos y ninguno denotaba alguna expresión.
- ¿Me estás diciendo cobarde? – Preguntó Ella en un tono de voz que notaba indignación. Jamás la habían llamado cobarde. Pero en el fondo, muy en el fondo, Ella sabía que lo era.
- Sí. – Dijo Él firme. No iba a darle tregua. Ella llevaba demasiado tiempo evitándolo, tenía que saber el porqué.
- Pues para que lo sepas, no soy una cobarde. – Le respondió Ella con convicción. Sabía muy bien que podía controlar sus sentimientos y que ninguna vez éstos le habían fallado y no lo iban a hacer ahora. Ahora menos que nunca… ¿cierto?
- Demuéstralo entonces. – La desafió.
- ¿A ver? ¿Cómo?
- Dime lo que todos andan diciendo, el porqué de que ya no nos hablamos como antes y tú te vas apenas llegas a mi lado. Pero dímelo mirándome a los ojos.
Ella levantó una ceja sin dejar de mirarlo. Por fuera estaba tranquila, pero por dentro un fuego le carcomía el pecho, un fuego que no se apagaba y que le estaba quemando el corazón.
- No ha y ninguna razón para que tú y yo ya no hablemos, no se había dado el momento, eso es todo. Y lo que todos andan diciendo por ahí es una vulgar mentira, a mi me resbala todo chisme. Con tal de que tú y yo sepamos que entre nosotros no hay nada, todo para mí está OK. ¿Está claro?
- ¿Lo sabemos? – preguntó Él, dispuesto a no terminar la conversación hasta saber el porqué de ese absurdo alejamiento.
Ella vaciló y Él lo notó, pero rápidamente Ella adoptó la actitud fría de siempre.
- ¿Sabemos qué?
- ¿Realmente sabemos qué hay entre tú y yo?
- ¿Hay? No. Había.
- Y eso es lo que necesito saber, ¿por qué ya no hay nada entre nosotros, ni siquiera aquella amistad que teníamos?
- Cambié, eso es todo. – dijo Ella levantando los hombros.
- No me mientas. – Le respondió Él. Ya estaba perdiendo la paciencia.
- No lo hago.
- Cobarde.
- Cállate. ¿Qué sabes tú lo que pasa por mi mente?
- Sé, por ejemplo, que me miras cada vez que estoy hablando con otra, que no te vas de las reuniones hasta que lo hago yo, que tratas de pasar por mi lado para que note tu presencia, porque tú me amas, ¿no es así?
Ella tragó saliva.
- ¿Có… cómo se te ocu…ocurre algo a… así? – las palabras apenas salían de su boca. “Cálmate” se repetía una y otra vez, no podía echarse al agua, menos ahora… no ahora que casi había logrado encerrar esos sentimientos que empezaron a surgirle hace meses, aquellos sentimientos que la hicieron alejarse de Él, de esos sentimientos que sólo le habían causado daño. Tenía que ponerles el candado ahora. Respiró hondo. – Jamás vuelvas a repetir algo así, ¿de acuerdo?
- ¿Por qué no? ¿Te da miedo lo que sientes por mí?
Ella se puso de pie y quedaron cara a cara. De atrás se oyeron murmullos y algunos curiosos salieron a mirar para volver a entrar y contar lo que acababan de ver. “Intrusos” pensó Ella. “Chismosos” pensó Él.
- Mira. Vamos a dejarlo así. Tú no quieres que hablen de ti ni yo de mí. Así que…
- Jamás, ¿me escuchaste? Jamás vuelvas a poner palabras en mi boca.
- ¿¡Es que no entiendes!? – Le susurró Ella - ¡¡No puedo!!
- ¿No puedes qué?
Ella apretó los labios. No podía salir nada de su boca o todo se echaría a perder. El corazón le latía muy rápido y en sus ojos aparecieron algunas gotas de cristalinas lágrimas. Bajó la cabeza esperando a que Él se aburriera y la dejara en paz, pero Él no se movía.
- A mí me da igual lo que digan los demás. A mi me importa lo que yo cera. Nada más. – Le dijo Él.
- ¿Y qué es lo que crees? – Le preguntó Ella sin levantar la vista
- Creo que te amo…
Ella subió la cara y Él notó cómo lloraba.
- No digas eso… tú no sientes eso, a lo mejor te confundiste y crees que me amas, pero yo estoy segura de que no es así, tú deberías hacer lo mismo que yo y…
- ¿Y arrancarme? – La interrumpió. – No, jamás lo haría. No podría.
Ella lo miró fijamente. ¿Cómo podía ser tan valiente? ¿Cómo se arriesgaba así, por ella? Ella negó con la cabeza.
- Hablemos otro día, ahora no… - Ella intentó irse, pero Él la tomó por los hombros.
- Tú no te mueves de aquí hasta que me digas la verdad.
- Déjame por favor… - Le suplicó Ella.
- ¿No ves que no puedo?
- Sí. Ambos podemos… yo lo he estado haciendo y…
- ¿Y estás cómo estás no? – Él negó con la cabeza. – Ahora me vas a decir la verdad.
- ¡No hay verdad! ¡Entiende de una vez por todas! – Ella bruscamente se soltó de Él y se alejó.
- ¡Te amo! – Le gritó Él. Ella se detuvo en seco. Su corazón la presionaba para gritarle a Él todo, pero no podía, no debía hacerlo…
- No me hagas esto por favor… - le dijo Ella volviendo su cara hacia Él.
- Tú no nos hagas esto a nosotros. – Le dijo Él acercándose nuevamente hacia Ella.
- ¿¡Qué no entiendes que no existe un nosotros!? – Él se acercó tanto a Ella que ambos pudieron notar una agitada respiración. Ella bajó la vista.
- Mírame y dime que te deje en paz – le susurró Él.
- Sabes muy bien que no puedo… - le respondió Ella y volvió a mirarlo. Entonces Él se atrevió y la besó.
- No… - dijo Ella tratando de soltarse. Pero ya no podía pelear más con su corazón, así que simplemente se dejó llevar…
Fin.
Belén Farfán.
A aquel que estoy segura me quiere, pero aún no se da cuenta.