
Me llamo Allison Follet, mi nombre es bastante raro para este
país de habla hispana, pero como mis padres son amantes de lo
extranjero me pusieron ese nombre. Como sea, vivo con mis tres
hermanas y voy a la universidad de la ciudad. Estudio para ser
profesora de inglés, ya que desde pequeña me ha apasionado
mucho este lenguaje. Me gusta escribir y tocar la guitarra.
Básicamente así soy.
Como siempre estaba sentada en un círculo lleno de mis
amigos de la Universidad que fumaban y se reían de cualquier cosa.
Estaba aburrida, como siempre. Tenía unos deseos locos de correr
a la biblioteca y leer lo que me faltaba de “Ángeles y Demonios”
que aun no terminaba, como siempre, y no lo haría, porque mis
compañeros se burlarían, como siempre.
No me quedaba más que hacer que prestar atención a la
aburrida conversación de mis amigos.
-A mi me gustaría hacer el intercambio a Australia.
-¿No será muy lejos? –preguntó Alejandra.
-No sé, -respondió Rosario –pero a mí me gustaría.
-Estás en todo tu derecho –la apoyó Giovanni –yo prefiero quedarme
aquí con mi novia.
-¡Macabeo! (que hace lo que la mujer le dice)-le gritamos todos.
-Yo me iría a Italia, allí se respira el amor.
-Uiiii –molestaron a Liliana.
-¿Y a ti? –me preguntó Ángela. Yo le sonreí y levanté los hombros.
-Estados Unidos, no sería tan malo.
Y como siempre me pasaba, me sumí en el sueño en donde
llegaba a los Estados Unidos y hacía mi práctica enseñando Español.
Y de pronto sucedió.
Sentí el olor del aeropuerto llenado mis pulmones. El frío
del lugar en mi piel y el sonido de la gente hablando inglés. Al
principio me alegré de que mis imaginaciones fueran tan reales,
ya que a veces me gustaría sentir los besos de mis amores platónicos
más reales, pero siempre se desvanecían en el momento de llegar
siquiera a sentir algo. Pero esto era diferente… y lo sabía.
Oía, olía y veía todo de forma tan real que me asusté.
-¿Chicos? –pregunté.
Unas cuantas personas se voltearon, pero rápidamente me
pasaron de alto y siguieron sus caminos. ¿Qué diablos estaba pasando?
Se supone que me estaba imaginando todo… se suponía… Pero lo cierto
era que me encontraba allí… Y allí sentí la presencia de la gravedad
por todo mi cuerpo. La amiga náusea apareció y las manos me empezaron
a sudar frío. El mundo s eme cayó encima, todo era demasiado real
para ser una ilusión mía.
Una brisa helada me atravesó entera y la carne se me puso de
gallina. ¿Qué tena que hacer? O sea, de principio tenía que volver
a la universidad, tenía clases, a demás tenía que verme con mi amiga
Fabi. Pero estaba allí y no tenía la más minima idea de donde me
encontraba.
Miré a mí alrededor para encontrar algún punto de referencia.
Pero no tenía nada. Miré hacia arriba y sentí el dolor que me carcomía
el hombro cada vez que estaba nerviosa.
Welcome to Seattle.
¿Seattle? ¿Dónde era eso? ¿Dónde rayos me encontraba? Seattle,
Seattle… me sonaba conocido pero no sabía si estaba al este u oeste de
los EE.UU. Me rasqué la cabeza confundida. Caminé hacia hasta encontrar
un banco y allí me quedé a la espera de regresar a la universidad
donde se suponía que debía estar en estos momentos. Entonces e me
ocurrió la idea. Si para venir aquí había imaginado que venía, bien
podía regresar imaginándome regresando ¿no? Cerré los ojos y esperé.
No sucedió nada.
El sonido era el mismo, el olor era el mismo y el frío igual.
Apreté los puños al momento que sentía una y otra vez los escalofríos
en mi cuerpo. Abrí un ojo imaginando que ya estaba en la universidad,
pero no alcancé siquiera a ver el departamento de humanidades pies un
señor grandote estaba parado frente a mí observándome con expresión
confundida. El hombro no paraba de dolerme y para colmo no tenía abrigo.
Mis dientes se golpeaban furiosos.
-¿Miss Follet? –me preguntó en inglés.
-¿Yes? –respondí. No por nada hablaba inglés los siete días de la
semana en clases.
-Por fin la encuentro.
¿A mí? ¿Por qué ese hombre andaría buscándome en ése lugar
dado que era una ilusión? El hombre me sonreía, pero yo no podía.
Frunció las cejas al cabo de un rato al ver la expresión de perplejidad
de mi rostro.
-¿Se encuentra bien?
Asentí apenas. ¿Qué si estaba bien? ¡Hombre por Dios no!
¿No se supone que la imaginación y los sueños deben quedarse donde
son creados? Pero parece que mi mente no era muy normal que digamos,
y mi situación lo comprobaba. Abrí la boca para decir algo. Cualquier
cosa. Como por ejemplo preguntra quién era él. O que hacía hablándome
si jamás lo había visto en mi vida. Pero como siempre cerré la boca.
Cuando yo no debía hablar, lo hacía. Pero cuando, como en esos momentos,
mis palabras debía salir, yo no emitía sonido alguno.
-¿Está bien Miss Follet?
Por toda respuesta lo miré extrañada. Él hizo una mueca.
-¿Quién es usted?
-Stanley, Jeremy Stanley. Tengo que llevarla a…
-¿Lo conozco? ¿Lo he visto antes? –le interrumpí. Sin importarme si
era mala educación o no.
-No. Creo que no, pero debemos irnos a…
-¿Entonces por qué me dirige la palabra?
-Señorita creo que aquí hay una confusión.
-Completamente de acuerdo.
-Yo debería venir a buscar a Allison Follet al aeropuerto.
¿Es usted o no?
Tragué saliva. El hombro me mandó una punzada que me hizo
estremecer. Me lo masajeé mientras el señor seguía esperando mi
respuesta.
-Sí, lo soy.
El hombre suspiró aliviado.
-Entonces ¿podría acompañarme por favor?
Sacudí la cabeza para reflexionar y que mis ideas salieran
por algún lado. Ya estaba aquí: imaginariamente. No tenía adonde ir: imaginariamente. Estaba sola: imaginariamente. El tipo sabía quién
era yo: imaginariamente.
¿Tendría salida?
Con tristeza me di cuenta de que no. Volvería en el momento
oportuno, o cuando fuera demasiado bueno.
Me estremecí.
¿Y si no era bueno? ¿Y si era una pesadilla? ¿Y si había algún
monstruo por allí por allí con ansias de matarme? Suspiré rendida.
Ya no había vuelta atrás, y por el momento tendría que vivit lo que
estaba ocurriendo. Lo quisiera o no.